jueves, 4 de septiembre de 2008

Seasons

El señor aquel gustaba de usar un sombrero de copa, de esos olvidados por la avalancha de cadáveres que ha formado el actual progreso. Portaba también un bastón, mejor dicho, una rama de un árbol que yace perdido en valles enterrados. Acostumbraba caminar por las praderas, y a veces cruzar el empedrado camino. A veces corría, nadie sabe por qué, pero lo hacía. Y lo disfrutaba. A cada pisar dejaba una onda bajo la tierra que se esparcía circularmente, formando esferas de existencia. Así, con la rama alzada, parecía perseguir la cortina de lunas en el horizonte... pero qué raro, si él mismo las había puesto ahí para cubrir la ventana. De algún modo se disgustaba consigo mismo por ello.

Este caballero peculiar suele vérselo navegando. Creo que de eso se gana la vida. Dicen que su esposa, con quien se acompaña, va lanzando semillas al mar, de las cuales salen profundas luces... que solemos confundir con estrellas.
Su barco no es barco. De hecho, toma prestado del mar el verbo navegar, y con eso realiza su proeza. Claro, no podía ser de otra forma, pues... ¿cuándo han visto ustedes navíos zurcando las nubes? al menos, no en este tiempo, que en brumosa cascada acelerada oculta tal visión a las piedras, mas corona de colores las eclipsadas sombras de la existencia.



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1 comentario:

Uthanien dijo...

Muy weno pingüinorila... a seguir hacia adelante ;)