En esos momentos el morir se hace vivo. Las memorias repican a los últimos acontecimientos de la existencia y el cuerpo se aleja de su naturalidad, paralizado ante la avalancha sináptica. Pensamientos. Un segudo. Recuerdos. Otros segundo y la vida observada iba perdiendo sus colores, como sucesivas fotografías entrando en un pasado inmediato.
Algunas reflexiones y pensamientos te/me llevan a esos estados, pero en el fondo, cuando el silencio se alza en su trono, se logra escuchar aquella débil melodía que se suele ignorar: el palpitar de un latido congelado, derritiendose ante la primavera.